A las 2:00 pm de un domingo cualquiera en Caracas no se consigue gasolina en las bombas del este de la ciudad. No es algo atípico, pues desde que Petróleos de Venezuela creó la Empresa Nacional de Transporte para agrupar a un puñado de grandes administradoras de cisternas que resultaron estatizadas en 2008, la falta de unidades que ya arrastraba el sector parece estarse agudizando.
A esta situación se suma un problema estructural del mercado interno venezolano: mientras la mayoría de los conductores insiste en llenar los tanques con gasolina de 95 octanos según la Cámara Venezolana Automotriz, la mayor parte del parque automotor puede usar gasolina de inferior calidad-, los tanques de casi todas las 1.800 estaciones de servicio que hay en el territorio nacional fueron diseñados para almacenar mayor volumen de gasolina de 91 octanos. Si la diferencia monetaria entre llenar el tanque con 91 octanos o hacerlo con 95 octanos es inapreciable, muchos optan por la de mejor calidad. Venezuela es sin bemoles el país con la gasolina más barata del mundo, más que en Irán o Arabia Saudita, pues acumula 13 años sin aumento. Es tan bajo su costo que se puede pagar con las monedas resultantes del vuelto del estacionamiento.
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